Llenar la agenda en los días de descanso es perder una oportunidad de poder experimentar la plenitud del vacío.

En Europa es tiempo de vacaciones, o sea el tiempo que dura la cesación del trabajo o de nuestra actividad habitual.

Nuestro día a día transcurre por otros escenarios, ritmos e intensidades de relación con las personas que comparten nuestra intimidad.

La tentación de reproducir el esquema de llenarlo todo con actividad y acción para sentir que estamos aprovechando con eficiencia nuestro tiempo, se nos presenta como una solución para no sentir que transcurren las horas sin hacer y que se diluyen los días sin provecho.  

El personaje envuelto de retos, eficiencia y resultados, domina al disfrute del no hacer, a la sensación que produce enlentecer el ritmo, la sorpresa del descubrir los matices que nos rodean con la contemplación y del goce de la conversación entrelazada solamente por el placer de compartir con calidez.

Vivimos entre narrativas de crecimiento del más y más. Lo vulnerable hay que invisibilizarlo, y no decepcionar se convierte en obsesión. Así el tiempo va perdiendo significado y nunca llegamos al lugar seguro ya que siempre salimos de él antes de establecernos en otro lugar.

En tiempo de descanso podemos experimentar:

El arte de relacionarse es aprender a demorarse y dar tiempo al encuentro con los otros.

Por un verano en plenitud y desde ella pulir la riqueza singular y única de nuestro persona.

Por JOAN QUINTANA, director del Instituto Relacional.

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