El diseño de una ciudad nos acerca o aleja de las otras personas. Por ejemplo, la ingenuidad nos puede llevar a pensar que un banco circular o separado por un reposabrazos responde a una necesidad ciudadana. Sin embargo, la mayoría de ellos fueron creados para evitar que las personas sin hogar pernoctasen en ellos. El diseño cumplió el objetivo, pero se ignoró que un banco debe tejer conversaciones y despertar curiosidad por el otro. Un banco es un gran cobijo de historias.
Proyectos como el Friendship Bench de Zimbabue, que han sabido darle un sentido comunitario e incluso de cuidado de los otros, nos recuerdan que el diseño urbano solo tiene sentido si en él está el otro. Para ello es imprescindible la mirada desde la Educación Relacional. Educación entendida tanto como el aprendizaje que nos acompaña toda la vida, como el proceso que lo facilita. Y Relación en cuanto que para habitar un espacio hay que humanizarlo.
Una ciudad relacional se construye desde el vínculo y el reconocimiento que hace visibles a los que nos rodean. La Educación Relacional nos invita a reactivar nuestro modo de ver y mirar los espacios en que vivimos. Todos ellos, sin excepción, conforman el sistema de redes que nos sostiene.
¿Tienen las escuelas, las aulas, espacios seguros y tranquilos que promuevan el diálogo con los otros? ¿Hay espacios de trabajo que invisibilizan a determinadas personas? ¿Los parques infantiles responden a las necesidades de las criaturas o a las de los adultos? Los entornos por los que pasamos diariamente ¿nos facilitan la relación o favorecen la individualización?
La Carta de ciudades educadoras de la AICE, revisada en 2020, aboga por el derecho a una Ciudad inclusiva, diversa, abierta al diálogo intergeneracional, “que tiene como finalidad la construcción de comunidad y de una ciudadanía libre, responsable y solidaria, capaz de convivir en la diferencia, de solucionar pacíficamente sus conflictos y trabajar por el “bien común””. Está claro que las Ciudades Educadoras solo tienen un camino: la relación.
El espacio no es inocuo, tampoco nuestra mirada. Hay que generar conocimiento y acciones que nos faciliten la creación de ciudades no en las que vivir, sino que permitan ser vividas.
Por SILVIA PENON, responsable de la Unidad de Educación Relacional