Estos son tiempos de exploración. Estamos investigando una nueva artesanía social en tanto que buscamos nuevas formas de articulación social. El comunismo era una buena idea de funesta aplicación; el capitalismo, una mala idea de precarios y equívocos buenos resultados que nos han llevado al caos. Finalmente, empezamos a padecer de ‘liderexia’: rechazo instintivo a los líderes.

Dejemos, de una vez por todas, de esperar el carisma personal como esperanza de superación de la crisis. La redes sociales no tienen liderazgo personal y, al igual que los mercados, nadie conoce por quién, exactamente, están gobernados.

Vivimos un ilusionante tiempo de cambios en los que la comunicación, la transparencia y la solidaridad se abren camino. Sí. No se confunda. Estos son los valores de la red. La disponibilidad de información es absoluta, ya nada queda oculto, y, por si fuera poco, a cualquier petición de ayuda, siempre aparecen en la red una serie de desinteresados navegantes que dan respuesta y soporte desde el anonimato más absoluto.

El mundo se ha abierto de par en par, la información ha dejado de ser patrimonio de unos pocos y el liderazgo deja de ser la única esperanza de salvación. Felicitémonos por padecer de ‘liderexia’; felicitémonos de no estar esperando la salvación expresada en la arrogancia de quien se erige en salvador. Nuestros jóvenes lo saben y hacen de la experimentación su bandera. Ingenuamente, algunos románticos del pasado descalifican a la juventud por no articularse en el sistema. Vale la pena recordar aquello de que ‘adaptarse a un sistema enfermo no es síntoma de buena salud’.

El 15M es la primera muestra: sin bandera, sin líderes declarados, sin voluntad de interlocución directa; en definitiva, sin delegación del poder en unos pocos. Son vivero de nuevas ideas y propuestas sociales pero, ante todo, aquejados de una crónica ‘liderexia’. Conseguiremos hacernos mayores y ser definitivamente autónomos. Abrir la capacidad de generar alternativas desde la propia convicción y no desde el acatamiento a la propuesta de otros, sin tener que elegir entre programas, entre candidatos, entre banderas, entre líderes cenizos que aseguran estar en posesión de la solución a nuestras necesidades, manifestándose como mejores conocedores de lo que nos pasa y de la solución a todos nuestros males.

Aplaudamos este vértigo que no nos amenaza, sino que nos libera. La expresión individual toma al fin carta de naturaleza. ¿Cómo será este mundo sin líderes estables? Rotundamente mejor, más flexible, abierto y sensible a cada uno de nosotros. Pasaremos de reactivos indignados a ilusionados protagonistas de un futuro que nos espera ansioso por experimentar en las nuevas formas de organización. Timoratos líderes en proceso de descomposición trepan al poder con la vaga esperanza de que van a poder gobernar el mundo, sin saber que el mundo se está volviendo ingobernable para unos pocos.

La participación se abre camino de forma inexorable, la delegación democrática no es participación si solo lleva a encumbrar a líderes que acaban embriagándose de poder. Solamente queda una incógnita: ¿Cuánto tardaremos en reconocerlo?

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