No sé cuándo ocurrió exactamente. De hecho, no sé si es algo que sucedió en un momento concreto o fue algo que fue ocurriendo paulatinamente a lo largo de un periodo de tiempo. No lo sé. Lo cierto es que algo se rompió. La relación no es ni mucho menos la misma que la que durante muchos años había sido.
Malentendidos no tratados, expectativas sobre el otro que nunca fueron comunicadas y por tanto nunca pudieron verse satisfechas, pequeñas molestias en la relación que fueron toleradas… Probablemente estos y algunos otros fueron los ingredientes que explican este alejamiento, la ruptura o debilitación del vínculo entre los dos, que en otros momentos fue tan fuerte y sólido, aparentemente indestructible.
Hoy me paro a pensar, y me doy cuenta de que yo soy parte del problema y de que esta relación es importante para mí. Y decido hacer algo al respecto. Asumo la responsabilidad de regenerar, de restaurar lo maltrecho, de poner lo que pueda de mi parte para recuperar el vínculo. Decido volver a reconocerte, verte de nuevo, trabajar nuevamente en la reparación de la conexión contigo.
¿Y por dónde empiezo? Voy a hablar contigo. Vamos a tener esa conversación pendiente. Quiero volver a decirte lo importante que eres para mí, y el valor que le atribuyo a nuestra relación. Quiero reconocer tus cualidades, cómo me complementas, y el valor que me aportas. Y quiero que escuches lo importante que es para mí conservar y recuperar todos estos aspectos.
Quiero decirte cómo me gustaría que se transforme nuestra relación. Voy a pedirte algunas cosas, quiero que conozcas mejor mis necesidades y expectativas. Y obviamente voy a estar abierto a lo que tú necesitas y esperas, quiero ofrecerte aquello que sea de ayuda para el restablecimiento de nuestro vínculo. Quiero que entre los 2 lleguemos a un acuerdo claro y constructivo.
Pero no, no me resultará fácil. Prepararé adecuadamente el escenario y el momento para la conversación. Y sobre todos me preparé emocionalmente para no poner en riesgo aquello valioso que tú y yo compartimos. Sí, voy a tener la conversación. Y lo interesante es que, paradójicamente, ya ha cambiado algo en mí, sin haber realizado aún la conversación. Y precisamente por eso, decido tener la conversación pendiente contigo.