La palabra Valor es una de esas palabras mágicas con diversos significados, todos ellos interesantes y muy significativos para el ámbito de las organizaciones.
Valor significa atrevimiento, valentía, determinación y arrojo, aspectos tremendamente importantes a mi entender en el ámbito empresarial.
Valor también hace referencia a la cualidad de las cosas, en virtud de la cual se da por poseerlas cierta suma de dinero o equivalente.
Valor también significa el grado de utilidad o aptitud de las cosas para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o servicio.
La acepción en la que me quiero focalizar en este post, estando vinculado a todas estas acepciones anteriores, es la de Valor como principio o aspecto que es percibido como realmente importante para una organización, equipo o persona.
En la actualidad es difícil encontrar alguna empresa u organización de otro ámbito que no tenga publicados interna y externamente sus valores corporativos, lo cual probablemente es una práctica interesante que podemos celebrar todos.
Irremediablemente, a continuación debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿En cuántas de dichas organizaciones se viven realmente dichos valores? ¿En qué medida están suponiendo un marco efectivo de criterios a la hora de tomar decisiones, actuar, escoger entre distintas alternativas y generar estrategias empresariales? ¿Qué peso específico relativa tiene en los comités de dirección la implantación real de estos valores en comparación con la persecución de un determinado nivel de rentabilidad o de beneficios?
Seguro que en cada organización, la respuesta a estas preguntas es muy diferente, pero muy probablemente en muchas de ellas es bastante evidente que la distorsión entre lo que se considera formalmente muy importante (es decir, lo que se dice que se hace) y lo que se demuestra que realmente es importante (es decir, lo que realmente se hace) es muy grande.
Simon Dolan, investigador, catedrático y experto en valores pone como ejemplo el experimento que realizó en una multinacional, en la que solo el 5% de sus vicepresidentes sabían decir correctamente los valores de su organización. ¿Os imagináis cuánto se vivirían estos valores en toda la empresa?
Igual que creo que no podemos exigir la perfección a ningún profesional, tampoco debemos exigírselo a ninguna organización, pero creo que sí que es exigible un alto nivel de coherencia entre sus actuaciones y sus valores declarados. Además, estoy convencido de que esa coherencia puede suponer una fuente de sostenibilidad empresarial realmente diferenciadora.
Ahí radica la importancia de la definición de los valores de una organización: Los valores son pautas reconocidas y asumidas por las personas como elementos para orientar su conducta, “es aquello que consideramos realmente importante”. Más que conceptos abstractos e idealistas los valores “hacen a la organización” (o equipo), en el sentido que establecen las conductas deseables y necesarias, definen lo que somos y lo que queremos ser.
Una organización que emplea sus valores corporativos como guía efectiva del comportamiento de sus directivos y del resto de profesionales, generará una reputación interna y externamente que le ayudará a hacer negocio de forma sostenible y a ser reconocible diferenciándose de sus competidores.
Una organización que formaliza unos valores determinados de forma meramente cosmética, está traicionando la confianza que en ella ponen sus colaboradores, clientes y otros stakeholders, y pierde su credibilidad
La regla de “que sean tus hechos los que configuran tu discurso” se cumple también para el mundo de las organizaciones.
¿Y en tu empresa, en qué medida se viven realmente los Valores corporativos?