Parece que fue ayer. Han pasado 6 años y sin embargo parece que fue ayer.
Es como si pudiera aún sentir los nervios en el proceso de selección para optar a ese puesto de trabajo. Recuerdo como me mostraron, desde el primer momento, un proyecto empresarial ilusionante para un recién titulado, aportándome una idea global de empresa y a la vez una explicación concreta del puesto al que yo optaba.
Parece que aún puedo disfrutar de la emoción y la alegría que acompañó a la llamada para confirmar mi incorporación, después de tres días de incertidumbre y agridulces esperanzas.
Y también la cita con mi responsable, que además de coger toda la documentación que me habían pedido, me recibió con calor y me entregó una guía con toda una serie de informaciones básicas que yo pude estudiar antes de incorporarme, y que me fueron muy útiles: El proyecto de empresa, los valores del grupo, la misión y objetivos del departamento, la organización de la empresa, algunos procedimientos básicos para orientarme, las normas y reglas,etc.
Luego, el primer día de trabajo: Mi responsable invirtió algo más de una hora en una reunión de bienvenida que hizo que sintiera que esta empresa se ocupaba personalmente de cada uno de sus colaboradores.
Además de tranquilizarme, presentarme a todo el equipo y trasladarme toda su confianza en mi integración en la empresa, me entregó y explicó la definición de mi puesto de trabajo con un guión de mi plan de formación para los dos primeros meses. Además, me presentó al compañero que se ocuparía de mi formación en ese periodo inicial.
Puedo aún saborear la serenidad y la buena imagen de empresa que esta breve reunión me trasladó.
En esas primeras semanas, uno iba pasando de un estado de cierta inseguridad y desasosiego inicial (parecía imposible poder acercarse al nivel profesional de los compañeros) a otro de confianza y ánimo, al ver que paulatinamente y con el apoyo del formador y del responsable, iba adquiriendo los conocimientos, prácticas y hábitos que hacían que empezara a aportar valor al puesto y al equipo.
Una vez superados esos dos meses iniciales, me acuerdo muy bien el susto que me llevé cuando mi responsable me citó en el despacho. “La he fastidiado en algo, y ni siquiera me he enterado” pensé. Sin embargo el motivo de su llamada era felicitarme por haber superado el periodo de prueba y realizar una reunión de seguimiento, donde analizábamos mis puntos fuertes, los que tenían más margen de mejora, y el plan de acción a llevar a cabo, con dos o tres mini objetivos claros.
Me sorprendió que no se retrasara ni un mes en la realización de este contacto, y que desde el primero me exigiera que fuera yo el protagonista del análisis.
Ese proceso de seguimiento culminó en una entrevista de evaluación anual, que sirvió para reflexionar conjuntamente sobre todo lo conseguido ese año por mi parte, la evolución experimentada, los objetivos del año siguiente y el eje de crecimiento profesional.
Me pareció especialmente interesante que fuera una herramienta homogénea para todo el grupo, que se potenciara el análisis del evaluado, que analizara facetas distintas y que diera lugar a un plan de desarrollo personal.
Puedo recordar que no fue fácil encontrar el tiempo para preparar la entrevista, ni para mí, ni para mi responsable, pero fue fundamental para poder realizarla con fluidez y calidad.
El segundo año también pasó volando, inmerso en la lucha por obtener los resultados requeridos, y los puntos del plan de desarrollo. Qué importante fue contar con el apoyo de mi responsable y con un exigente seguimiento periódico sobre ambos aspectos. Además, las acciones formativas que se iban desarrollando cada cierto tiempo, bien en el puesto de trabajo, o bien fuera de él, estaban totalmente orientadas a impulsar ese crecimiento, y a ayudarme a cumplir los objetivos, tanto cuantitativos como cualitativos.
Nuevamente ese proceso de crecimiento culminó en la segunda entrevista de evaluación, a finales de año. Fue muy satisfactorio ver como nuevamente hacíamos balance de todos los avances del año, y tanto a nivel de resultados, como de actitudes profesionales y competencias, había habido un claro progreso: El plan de desarrollo, mi trabajo diario y las acciones formativas habían tenido consecuencias favorables muy claras.
Luego a los cinco meses, cuando yo llevaba algo más de dos años en la empresa, cambió mi responsable, lo que generó en mi cierta sensación de incertidumbre: “¿Se romperá la línea de trabajo y desarrollo actual? ¿Tendré que empezar a demostrar todo desde cero?”
Fue muy tranquilizador observar que antes del cambio, mi jefe hacía un balance de situación de objetivos y plan de desarrollo conmigo, dándole copia a mi nuevo responsable, de modo que todo lo logrado no caía en saco roto y además la línea de desarrollo se retomaba en el mismo punto en el que se había dejado. Fue una satisfacción comprobar que manteníamos el mismo nivel de apoyo, formación, seguimiento y exigencia.
El cuarto año en la empresa, al poco tiempo de haber realizado la tercera entrevista de evaluación anual, ocurrió lo que ya llevaba algún tiempo esperando; me plantearon un cambio de puesto a otro área de actividad.
Recuerdo perfectamente que además de la lógica alegría e ilusión, sentía cierta nostalgia y desde luego algo de nervios e inquietud.
Fue importante para mí entonces la entrevista que tuve con mi responsable donde hicimos balance de objetivos y plan de perfeccionamiento hasta ese momento, y desde luego la que tuve con mi nuevo responsable en la que, además de brindarme una calurosa bienvenida, me entregó y explicó lo fundamental de la descripción del nuevo puesto de trabajo ( su misión fundamental y sus responsabilidades), cuáles eran los objetivos hasta final de año, y cómo sería mi formación en las primeras semanas.
Fue muy grato comprobar que él estaba totalmente informado de mi trayectoria, mis logros, mis puntos fuertes y mis ejes de mejora.
Era el tercer responsable que tenía en la empresa, con tres estilos de trabajo y de gestión muy distintos, pero los tres tenían un factor en común: Encontraban el tiempo para seguir y potenciar mi evolución: Me apoyaban, me formaban, me seguían, me exigían al máximo, evaluaban mi progreso identificándome como máximo responsable y protagonista de ese proceso continuo.
Han pasado ya seis años. A veces me parece que hubieran sido seis días.
Hoy la empresa me ha comunicado que cuenta conmigo para ser responsable de un equipo.
Ya he comunicado mi aceptación inmediata.
Nuevamente se mezclan los sentimientos de ilusión, y satisfacción, con los de responsabilidad y cierta inquietud ante un nuevo reto, ante una experiencia con cierto grado de incertidumbre. Pero hay una cosa que puedo ver con total claridad:
¡YO TAMBIÉN ENCONTRARÉ EL TIEMPO!