«[…] salir de mí, buscarme entre los otros.
Los otros que no son si yo no existo.
Los otros que me dan plena existencia.
No soy, no hay yo, siempre somos nosotros […]».
Fragmento de Piedra de sol, de Octavio Paz.
Estos días vivimos un ensayo general que nos invita a experimentar el aislamiento, pudiendo provocar que nos sintamos solos y consideremos a los otros como un elemento potencialmente detonante de nuestra posible enfermedad y muerte.
El aislamiento nos grita que somos seres de relación, que es con los otros donde nos reconocemos y sentimos singularmente distintos y seguros. Cada mañana el virus nos pone un espejo que refleja nuestra vulnerabilidad y naturaleza efímera; la fragilidad irrumpe irremediablemente, ya que es parte de la vida, y nos incita a mirar desde la vivencia de sentirnos, por un instante, iguales.
El virus sacude nuestros privilegios y nos genera ira, no podemos comprender por qué ahora nos toca a nosotros ni por qué no son los otros una vez más. Estamos acostumbrados a que nuestras crisis sanitarias y muertos valgan más que las múltiples crisis actualmente activas, que generan cientos de miles de pérdidas invisibles.
Muchas veces nos hemos posicionado estigmatizando a los demás como culpables de nuestro malestar; hoy somos nosotros los estigmatizados.
Con el transcurso de los días el virus genera ansiedad y, por un instante, soñamos que huimos de la enfermedad. Pero en esta huida nos encontramos con 70 millones de desplazados que hoy caminan por nuestro planeta, que también huyen del sufrimiento y la inseguridad. Juntos nos encontraremos con un muro detrás de otro, que nos aislará y hará sentir el dolor de los errantes e invisibles.
Vemos cómo el instinto de supervivencia nos lleva a expresar lo mejor y lo peor de nosotros. Por una parte, nos abastecemos de comestibles y objetos con la ilusión de evadir padecimientos y sentimientos, aunque sea a costa de los demás y sin aceptar que el azar juguetea con nuestra finitud. Por otra, abrimos nuestros corazones, conocimientos y compromiso con lo común, entendiendo que todos somos uno y que lo que a uno le pasa nos afecta a todos.
Es que la humanidad es la acción de ver al otro, de sentir que el otro es parte de mí y que juntos, legitimándonos, podemos actuar en coherencia y construir futuros compartidos.
Recordemos que nuestra evolución es a partir de la cooperación, pues somos relación y comunidad, no aislamiento e individualidad.
Invitémonos a guardar los abrazos, besos y apretones de manos no solo para quienes vemos, sino también para quienes no hemos visto y que, a raíz de esta crisis, notamos que son parte de nosotros y que sin ellos no podemos ser.
Aprender de las emociones, experiencias e imágenes que nos genera esta pandemia es una oportunidad para que nuestro planeta no llegue a ser habitado solamente por virus y bacterias.
Fundador i director de l’Institut Relacional | Fundador y director del Instituto Relacional.
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